AIE – Asociación de Ingenieros Estructurales

Cable carril con historia

El cable aéreo de La Rioja, una maravilla incomparable de la ingeniería estructural nacional del siglo XX, sigue siendo un testimonio monumental del ingenio humano y un ícono del paisaje del noroeste argentino. La obra fue inaugurada en el año 1905.

Este sistema de transporte aéreo facilitó, en su época, el traslado de metales como oro, plata y cobre desde la mina La Mejicana, situada en plena cordillera de los Andes a más de 4.400 metros sobre el nivel del mar, hacia la localidad de Chilecito. Desde allí, los metales viajaban hasta el puerto de Rosario para ser embarcados rumbo a Europa.

En ese momento, se convirtió en el sistema de transporte aéreo más extenso y elevado del mundo. La documentación fotográfica de la construcción fue realizada por Max Cooper, un ingeniero ferroviario aficionado a la fotografía, cuyo álbum constituye un valioso registro histórico.

Antes de la instalación del cable aéreo, la minería en la zona era rudimentaria y el transporte de los minerales se realizaba mediante mulas. La llegada del ferrocarril a Chilecito en 1899 mejoró la logística, pero el descenso de los metales desde la mina, atravesando 3.500 metros de desnivel, requería una solución más eficiente. Tras evaluar diversas opciones, se decidió construir un cable carril, el cual resultó ser el más grande, alto y extenso del mundo, manteniendo ese récord hasta la actualidad.

El cable aéreo estaba compuesto por colosales torres de acero conectadas mediante cables aéreos, sumando un total de ocho tramos y nueve estaciones. Además, incluía un ramal hacia la fundición Santa Florentina. El recorrido de 34,3 kilómetros unía Chilecito, a 1.078 metros sobre el nivel del mar, con la Estación 9, conocida como “Bello Plano”, a 4.412 metros de altura.

El sistema contaba con 260 torres, una torre doble, 11 tensores, dos herraduras y un túnel, además de las instalaciones de la fundición. Las estructuras fueron fabricadas en Leipzig, Alemania, y transportadas en barco hasta Rosario, para luego ser trasladadas en tren hasta Chilecito.

Las estaciones 2 (“El Durazno”), 3 (“El Parrón”), 4 (“Siete Cuestas”), 6 (“El Cielito”), 7 (“Calderita Nueva”) y 8 (“Los Bayos”), contaban con motores a vapor encargados de impulsar los cables. El complejo disponía de un sistema de comunicación telefónica interna, con conexiones cada 900 metros para reportar cualquier incidente.

El transporte de suministros para la construcción del cable aéreo demandaba 100 asnos y hasta 800 mulas, que cargaban entre 150 y 200 kilos de materiales como cemento, cal, herramientas, agua, alimentos y leña. Los cables y demás piezas se trasladaban por senderos construidos por cuadrillas de cien obreros. En la Estación 4 se estableció un taller para reparaciones menores, mientras que las reparaciones mayores se realizaban en Chilecito. El cable aéreo disponía de una capacidad para transportar 25 toneladas por hora en descenso y 15 toneladas en ascenso. Las vagonetas se desplazaban a una velocidad de 9 kilómetros por hora.

El sistema presenta cifras impresionantes las cuales demuestran la magnitud del proyecto. Las estructuras que conforman las estaciones, torres y tensores pesan aproximadamente dos mil toneladas. En el tramo más desafiante del recorrido, entre las estaciones 4 y 5 (“Cueva de Romero”), fue necesario construir un túnel de 159 metros de longitud, implicando la voladura de 3.500 metros cúbicos de roca sólida.

En la Estación 7, para nivelar el terreno, se utilizaron 70 cartuchos de dinamita, mientras que en la Estación 4 se dinamitaron 55 mil metros cúbicos de roca. La obra demandó la participación de aproximadamente 1.600 operarios, quienes enfrentaron condiciones laborales y ambientales extremas. La mayoría de los trabajadores provenía de Chilecito, aunque también participaron obreros de otras provincias y un pequeño grupo de técnicos extranjeros.

El Cable Aéreo Chilecito-La Mejicana es un legado de la ingeniería estructural argentina que merece ser preservado y reconocido como una de las mayores hazañas técnicas de su tiempo, y un testimonio del esfuerzo humano en busca del progreso en un entorno desafiante.

Fuente: Mariana Otero, Diario La Nación, 6 de marzo de 2020.

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