Dee Ninis, experta en terremotos de la Universidad de Monash, Australia; y Ryan Hoult, profesor de la Universidad Católica de Lovaina (UCLovaina), analizan la razón por la cual los edificios no pudieron resistir la fuerza del último terremoto de Marruecos de una magnitud de 6,8. Mientras los lugareños continúan lamentando la pérdida de más de 2.100 personas, se está llevando a cabo un gigantesco esfuerzo de búsqueda y rescate en Marruecos, azotado por un violento terremoto. El sismo de una magnitud de 6,8 se produjo a las 23:11 horas del pasado viernes 8 de septiembre de 2023, con epicentro en las montañas del Atlas, a unos 75 kilómetros al suroeste de Marrakech. El terremoto sacudió la región del noreste de África y el suroeste del Mediterráneo. Los temblores se sintieron en lugares tan lejanos como Orán en Argelia y Oporto en Portugal, a una distancia de más de 1.000 kilómetros. A una profundidad relativamente baja de 20 kilómetros, se reportaron intensidades «graves» de temblores de tierra alrededor del epicentro del terremoto, donde se encuentran varias aldeas alejadas. El sismo provocó el colapso total de un gran número de viviendas cercanas a su epicentro, muchas de las cuales eran construcciones tradicionales de ladrillos de adobe. Los desprendimientos de rocas y los deslizamientos de tierra han sepultado aldeas en esta remota región montañosa. También se han producido sustanciales daños en edificios más alejados, incluso en Marrakech, una ciudad que alberga a cerca de un millón de personas. Es posible que se produzcan réplicas importantes en las semanas y meses posteriores a un terremoto de esta magnitud. Ello podría provocar el derrumbe de edificios que sufrieron daños pero permanecieron en pie durante el sismo principal. El terremoto en Marruecos ocurrió como resultado de la colisión entre dos placas tectónicas: la placa de Nubia (sobre la cual se asienta el propio país) y la placa tectónica euroasiática, a unos 500 kilómetros al norte del epicentro. Ambas placas convergen a un ritmo de, aproximadamente, 4 mm a 6 mm por año. Las tasas tectónicas más lentas son difíciles de observar y producen terremotos menos frecuentes. Dado que las estimaciones de peligro se encuentran fuertemente influenciadas por los registros históricos, a menudo es difícil predecir el nivel de riesgo en regiones con «baja sismicidad», las cuales no contabilizan anteriores sismos de magnitud. De hecho, el reciente terremoto es el mayor registrado en Marruecos. Cerca de la región epicentral, el segundo mayor acontecimiento registrado es el terremoto de Agadir de magnitud 5,8 que se produjo en 1960 y durante el cual se perdieron, al menos, 12.000 vidas. Demostró que incluso los terremotos moderados pueden generar una pérdida devastadora de vidas si los edificios no fueron cencebidos para soportar las intensas sacudidas. Desde Marruecos han surgido aleccionadoras fotografías y vídeos que muestran un nivel de daño estructural y destrucción difícil de comprender. Cerca del epicentro en las montañas, los pueblos con viviendas rurales, en gran parte construidas con adobe y piedra, parecen haber sido pulverizados. Este tipo de estructuras son extremadamente frágiles y esencialmente proporcionan poca o ninguna resistencia sísmica. En zonas más densamente pobladas, incluida la ciudad de Marrakech, se pueden observar diversos tipos de daños, desde pequeños fallos locales hasta derrumbes totales de edificios. Gran parte de lo relevado se encuentra relacionado con estructuras materializadas con piedra y mampostería, materiales conocidos por su fragilidad y limitada resistencia ante los fuertes empujes horizontales generados por un gran terremoto. Una buena parte de los daños observados en las nuevas construcciones pueden atribuirse a edificios con estructura de hormigón armado cerrados con ladrillos de arcilla huecos y quebradizos. El mortero que mantiene unidos los bloques cerámicos se agrieta rápidamente, reduciendo en gran medida, la rigidez de la estructura general. Para compensar, la estructura de hormigón armado intentará resistir las grandes cargas horizontales. Pero sin una gran cantidad de acero de refuerzo cuidadosamente colocado en el hormigón (particularmente, donde las vigas se unen con las columnas), es poco probable que una estructura de este tipo sobreviva a un sismo. Se podrían emplear otros sistemas de resistencia a cargas laterales, como muros, pero ellos también requieren cuidadosos refuerzos de acero, incrementando el costo de construcción. Otras razones detrás de los graves daños incluyen una construcción residencial de mala calidad y la ineficaz aplicación de los códigos y reglamentos contra sismos. Idénticos problemas vistos a principios de año después de los terremotos de Turquía y Siria. Desafortunadamente, la mala construcción es un tema recurrente en lugares donde los materiales resultan ser más costosos respecto de la mano de obra. Aquellos códigos y regulaciones de construcción más estrictas, las cuales imponen el uso de apropiados materiales, generalmente, resisten mejor los eventos sísmicos. Esto es particularmente cierto en regiones con filosofías de diseño simples, como el enfoque de “diseño de capacidad”. En esencia, este enfoque obliga a los ingenieros estructurales a considerar, cuidadosamente, cómo y dónde se producirán los daños, permitiendo que ciertos componentes de un edificio absorban y disipen energía, garantizando al mismo tiempo, que la estructura no colapse. Fue esta sencilla filosofía de diseño a la cual se le puede atribuir el impresionante rendimiento de la mayoría de los edificios de hormigón armado construidos después de la década de 1980 en Christchurch, Nueva Zelanda, durante y después del terremoto de Canterbury de 2010-2011. Algunos ingenieros estructurales abogan por objetivos de desempeño aún más estrictos, como apuntar a edificios que permanezcan casi intactos tras un terremoto. Pero los recientes acontecimientos en Marruecos y Turquía sirven como claro recordatorio de apremiantes necesidades, particularmente, en regiones con un crecimiento económico limitado y una aplicación insuficiente de las normas. Perfil de los autores: Dee Ninis trabaja en la Escuela de Tierra, Atmósfera y Medio Ambiente de la Universidad de Monash y en el Centro de Investigación Sismológica. Es vicepresidenta de la Sociedad Australiana de Ingeniería Sísmica. El Dr. Ryan Hoult es investigador en la Université Catholique de Louvain (UCLouvain), Bélgica. Recientemente recibió la beca postdoctoral “Marie Curie” para investigar nuevos materiales capaces de mejorar el