Alerta estructural en EE.UU.

El colapso del puente Francis Scott Key en Baltimore, ocurrido en marzo de 2024 tras el impacto de un buque de carga, no solo dejó escombros en el río Patapsco y seis trabajadores fallecidos: también encendió una alarma a nivel nacional sobre la vulnerabilidad de la infraestructura de los EE.UU. Según el informe de la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte (NTSB), el riesgo de colapso del puente superaba en 30 veces el umbral aceptable para impactos navales. La estructura, construida antes de 1994, no estaba diseñada para resistir este tipo de eventos, y la falta de una evaluación preventiva por parte de la Autoridad de Transporte de Maryland dejó expuesta una grave omisión que pudo haberse evitado. Este caso reveló un problema más amplio: la NTSB identificó 68 puentes en 19 estados que requieren una evaluación urgente debido a riesgos similares. Entre ellos se encuentran estructuras emblemáticas como el puente de Brooklyn, el Golden Gate y el George Washington, además de siete puentes de alto tránsito en Texas, como el Rainbow y el Sidney Sherman, todos construidos antes de la aplicación de normas fundamentales emitidas por AASHTO en 1991. Aunque un nivel de riesgo elevado no implica un colapso inminente, las autoridades estatales están siendo instadas a formalizar análisis estructurales y adoptar estrategias de mitigación sin demora. Este episodio marca un punto de inflexión para la ingeniería civil y geotécnica. Los puentes, lejos de ser elementos estáticos, interactúan constantemente con fuerzas naturales y humanas. La tragedia en Baltimore subraya la necesidad de incorporar modelos de riesgo actualizados, evaluaciones periódicas y una mayor coordinación entre agencias. Si bien el acuerdo de 100 millones de dólares alcanzado con los propietarios del buque no puede revertir la pérdida de vidas, sí deja una lección clara sobre la responsabilidad profesional, el costo del mantenimiento postergado y las consecuencias de no actuar a tiempo. Mientras la NTSB continúa con su investigación, tanto ingenieros como legisladores enfrentan el desafío de reforzar, modernizar y repensar la infraestructura envejecida del país. La seguridad y la resiliencia no pueden seguir siendo pospuestas: están en juego las vidas y la confianza de generaciones enteras. Fuente: https://www.thecivilengineer.org/

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