Estar preparados
El director del Instituto de Mecánica Estructural y Riesgo Sísmico (IMERIS) de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCUYO), Ing. Carlos Llopiz, opina que el último terremoto grave ocurrido en Mendoza sucedió en el año 1861. Entre esa fecha y hoy no se ha producido un evento similar que ponga a prueba las construcciones. Carlos Llopiz es ingeniero y dirige el Instituto de Mecánica Estructural y Riesgo Sísmico (IMERIS), inaugurado en el año 2006 en la Facultad de Ingeniería de la UNCUYO. Este espacio permanece abocado, entre otros aspectos, a investigar y analizar estructuras edilicias con respecto al riesgo que pueden sufrir en situación de temblor o terremoto. En este sentido, el especialista distinguió entre peligro y riesgo sísmico. El primer concepto hace referencia a determinada zona dentro de un territorio. En Argentina existe una escala que va del 1 al 4. Se considera que en la zona Este el peligro sísmico es reducido (número 1); que es moderado (número 2), por ejemplo, en Catamarca y San Luis; elevado (número 3) para una parte de La Rioja, de San Juan y de Mendoza y, finalmente, la zona más peligrosa (muy elevada, número 4 en la escala) es la del sur de San Juan y el norte de Mendoza. Por otro lado, el riesgo tiene que ver con la vulnerabilidad de las construcciones. Es, según Llopiz, “la suma de peligro más vulnerabilidad”. Hay otros dos conceptos que deben ser distinguidos: la magnitud y la intensidad. La magnitud es la cantidad de energía liberada durante un terremoto y es independiente de los daños que provoque. Esto permite que en distintos lugares del mundo se registre la misma magnitud al medir un mismo movimiento, de manera tal que si un terremoto se produjo en Chile y se mide en Argentina o en Japón, la magnitud coincidirá. En cambio, la intensidad se refiere al daño que un movimiento provoca en una determinada zona, aplicándose una escala del 1 al 12. Llopiz explicó que no se puede asegurar que Mendoza esté, en su aspecto edilicio, preparada o no para un terremoto, porque el último que causó daños graves ocurrió en el año 1861. En consecuencia, las construcciones materializadas desde esa época no han sido testeadas. El especialista considera la existencia de muchos problemas desde el punto de vista constructivo, siendo ello verificado en distintos lugares del mundo cuando ha pasado mucho tiempo entre dos terremotos de alta magnitud e intensidad. En este sentido, hizo hincapié en la existencia de incertidumbre e irresponsabilidad, ya que no se están haciendo los controles correspondientes tanto a nivel nacional, provincial, ni municipal. Asimismo, dijo que los funcionarios y los profesionales también cargan con esa irresponsabilidad. “Sin control, no estamos preparados”, afirmó Llopiz. Fuente: Universidad Nacional de Cuyo (UNCUYO).